José Manuel Ramallo presenta su Tesis Final del Quijote

por M Victoria L.Almansa Pimentel

Hoy contamos con la inestimable presentación del Escritor y Poeta José Manuel Ramallo, quién nos muestra su Tesis Final del Quijote. José Ramallo estudió en profundidad la obra cumbre de Cervantes, ya desde sus textos preliminares, además de toda la obra del manchego.

Escritor prolífico y premiado en importantes certamenes, nos adentra en su escritura y poesía ofreciéndonos algunos detalles de su vida, que le llevaron por el camino de la escritura.

Biografía del escritor y poeta José Manuel Ramallo

Nació (1984) en la ciudad de Pergamino. Pero vivió en el conurbano bonaerense, hasta su adolescencia. Tiempo después de haber regresado a esta ciudad, sufre la pérdida física de su padre. Con dieciséis años de edad, comienza a redactar textos que nunca dio a conocer. Algunos de ellos, poesías para su padre. Otros, cuentos breves.

A los veintidós años, influenciado por la lectura de algunos escritores clásicos, comienza a escribir su primera novela. La tituló “La mujer de los 35” y le tomó más de cinco años terminarla. Su publicación llegó en el año 2014, tras haber sido premiado  en cinco certámenes literarios. Realizó una tirada de cincuenta libros, y los distribuyó entre amigos y familiares.

Este libro llegó en forma conjunta al nacimiento de su hija, Regina Desiree.

Un año después es premiado en un nuevo certamen literario. Con estos reconocimientos, y otros relatos desconocidos, edita su segundo libro llamado “Cartas a mi madre”.

Comenzado el año 2016, movido por circunstancias que angustiaban su vida, comienza a escribir poemas ajenos a su estilo. Esta nueva redacción le nació una noche de enero, cuando escribió “Noche terrible”, sin entender el por qué de ese estilo. A partir de allí continuó trabajando, en pos de su nueva obra “Noche terrible 36 poemas para noctámbulos”. Este libro fue presentando recientemente, en la Feria del Libro de la Ciudad de Pergamino.

El escritor, circunstancialmente colabora en un Blog literario, denominado Periódico Irreverentes. Como así también en otras revistas web, que se complacen de la escritura de Ramallo.

Y después de esta interesante reseña biográfica damos paso al autor.

Tesis Final del Quijote por el escritor y poeta José Manuel Ramallo

“Dadme albricias, buenos señores, de que ya yo no soy don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano”. Es en esta sola paráfrasis, en donde comienza a morir Don Quijote. Pero con él también mueren Miguel de Cervantes Saavedra, la novela –  propiamente dicha – y el lector enamorado. Porque el autor destruye todo lo que había elaborado, con genuina pluma. Y esto lo hace con una intención, pero excede límites. El manco de Lepanto quiere asegurarse,  que ninguna pluma vuelva a darle vida al caballero de la triste figura:

“…Y el prudentísimo Cide Hamete dijo a su pluma: «Aquí quedarás colgada desta espetera y deste hilo de alambre (…) Pero antes que a ti lleguen, les puedes advertir y decirles en el mejor modo que pudieres: Para mí sola nació don Quijote, y yo para él: él supo obrar y yo escribir, solos los dos somos para en uno (…)”

El exceso estaría, entonces, en la destrucción de un romance: el que se formó entre el lector y el personaje. Leer esa paráfrasis es digno de rasgarse las vestiduras.

Es una doble muerte. Mata el espíritu de la novela  – esto es la locura  –  y también mata al personaje, para que otro autor no vuelva a plagiarlo – como así lo hizo Avellaneda –

Es un horrendo final. Es despiadado, porque comete una enorme contradicción. Cervantes redactas bellísimos capítulos, en donde el personaje flamea sus ideales, sin importarle lo ridículo que se veía. Y el lector se enamora de esa locura. Pero por sobre todo se enamora de un sujeto, que se anima a contradecir el mundo lógico y estructurado. Quien escribe estas líneas peca por soberbio, al citar un fragmento de su propia novela. Pero requiere aquí el argumento, y a su propio escrito acude:

“¿Qué sería del arte sin los locos? ¿Y qué sería de los cuerdos sin los faltos de razón? Porque la realidad de los cuerdos no es más que una falsa impresión de la verdadera realidad, que modificada por aquellos que se creen lógicos, termina siendo una abrumadora manera de coexistir entre varios integrantes de una denominada sociedad, que falsamente, llevan a cabo una cotidiana costumbre para lograr soportarse y así, escapar de la verdadera realidad (…)”

“La mujer de los 35” (2014) no es lo mejor que  este pseudoescritor, ha elaborado en su carrera. Pero con vehemencia se atreve a proclamar que la misma es una respuesta, a las maravillosas lecturas, que abanicaron su vida. Y aquí el caso es honorífico.” La mujer de los 35” comienza honrando la locura. Y está abrazando a su amado Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, como máximo expresión de la locura. En el amor y en odio coexiste un elemento, execrable para el uso que se le dé: la locura. Amar con locura, odiar con locura. Vivir con locura, ajeno a lo lógico.

Condenemos al amor. Condenemos al odio. Condenemos la locura. Pero nunca nos avergoncemos de ellos. La  vida es una enorme mentira, si no se tiene ideales. Y aquí Miguel de Cervantes ha cometido adulterio. Ha traicionado un ideal. Su seductora pluma, erotizó la vista del lector, y provocó un encantador sueño por Don Quijote de la Mancha. Pero no por su valentía, sus honoríficos pensamientos hacia  Dulcinea del Toboso, o sus conocimientos literarios. Sino por el elemento que recubría toda su imagen: la locura. El manco de Lepanto se avergüenza de todo lo escrito, y destruye una preciosa novela  con una sola paráfrasis. Es una crueldad, realmente. Quitarle la vida a Don Quijote tiene un sentido implícito, como así también – quizás – contextual. Pero plantear que el caballero de la triste figura, debía recobrar la cordura antes de morir, es avergonzarse de todas las cosas bellas que escribió anteriormente.

Miguel de Cervantes Saavedra es una idealista. Lo dejó en claro en “El celoso extremeño” y “La ilustre fregona” – ambos textos pertenecientes al libro “Novelas ejemplares” – y estos textos fueron redactados previamente a “Don Quijote de la Mancha”. ¿Por qué se comporta de esta manera, entonces, Cervantes? ¿Qué lo lleva a cometer tal crimen?

Hay un proceso de transición, que se ve plasmado en la obra literaria. Quizás no sea materia, para quien redacta estas líneas, justificar ese contexto. Pero sí, puede tomarse el atrevimiento de indagarlo superficialmente.

Entendemos el juego cervantino, al empujar a su personaje, para que se convierta en un caballero de otra época. Suponemos un retorno a los ideales grecolatinos. Amamos esa libertad de pensamiento. Nos regocijamos con la vida campestre, alejadas de las estructuras y las formas. Intuimos un mejor porvenir en la vida solitaria y distante, de los seres queridos y  la familia. Hay un mundo de peligros por recorrer, y eso nos entusiasma como lectores aficionados.

Pero también hay un porvenir. Las derrotas, las burlas, los rechazos, las incoherencias de aquellos que no nos entienden (o no creen en un ideal utópico y perseverante). Es muy triste y frustrante sabernos burlados y rechazados. Dulcinea no piensa en nosotros, como sí lo hacemos nosotros. Y les dedicamos aventuras y suspiros. Pero qué triste y qué bello es sabernos rechazados, sabiendo que las utopías acarrean esas consecuencias. Lo imposible nos hacen más fuertes, y erguimos el pecho de orgullo al sentirnos únicos en esa lucha. La desigualdad social nos empuja a hacer justicia, y equilibrar el mundo – “desfacer agravios y enderezar entuertos” en palabras del  valeroso Hidalgo

Quizás debería volver a la obra, antes de continuar avanzando en mis teorías. Y me complace retomar esa esperanza de vida, que nos otorga  Sancho Panza:

“—¡Ay! —respondió Sancho llorando—. No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más, sin que nadie le mate ni otras manos le acaben que las de la melancolía. Mire no sea perezoso, sino levántese desa cama, y vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos concertado: quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora doña Dulcinea desencantada, que no haya más que ver. Si es que se muere de pesar de verse vencido, écheme a mí la culpa, diciendo que por haber yo cinchado mal a Rocinante le derribaron; cuanto más que vuestra merced habrá visto en sus libros de caballerías ser cosa ordinaria derribarse unos caballeros a otros y el que es vencido hoy ser vencedor mañana.”

La cita es conmovedora, e ilumina la tristeza del lector. Sabemos que Cervantes ha cometido el asesinato, y le ha devuelto la cordura a Don Quijote. Ya no nos queda mucho por alegrarnos. Pero Sancho Panza siempre nos conmueve con su ternura, fidelidad e inocencia. Hay Barroquismo puro, destrozándose en pedazos, en cada una de las palabras del inigualable escudero. Cervantes asesina a Don Quijote, y luego a Alonso Quijana. Pero no contó con algo: Sancho Panza ha escapado del tintero, y se niega a dejar morir a su amo. A decir verdad, todos los personajes se escapan de las manos de Cervantes, incluso el mismo Cide Hamete Berengeli.

Comienzo a  creer que el autor no destruyó a su personaje, por miedo a ser plagiado. Sino que más bien lo hizo, por temor a volverse loco. Una locura condenada por la inquisición, seguramente. Y es que no le encuentro sentido a semejante arrebato, contra su propia obra. Por mucho que lo pienso, no logro entender porque Cervantes devuelve la cordura a Don Quijote siendo su mayor encanto la locura.

En la primera novela de la Edad Moderna, se propone una idea: burlarse de las novelas de caballerías de la Edad Media. El objetivo es llevado a cabo con éxito. Pero el lector se ha enamorado de esas parodias, y ya no quiere un caballero racional y costumbrista. De hecho, lo detestan.

Queda abierto entonces el debate, sobre el motivo por el cual Miguel de Cervantes Saavedra destruye toda su obra, de un solo plumerazo

Autor: José Manuel Ramallo

 

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